Entre fiordos del Adriático, pueblos de piedra y montañas que se elevan sobre el mar, Montenegro propone un viaje en familia lleno de contrastes. Un destino donde se puede explorar un antiguo submarino de la época yugoslava y, el mismo día, volar en una montaña rusa alpina desde las alturas.
Montenegro sorprende incluso a los viajeros experimentados. Es uno de los países más jóvenes de Europa, independiente desde 2006, y reúne en un territorio pequeño lo mejor del Adriático y de los Alpes dináricos. Perfecto para recorrerlo con niños, combina aventura, cultura y actividades al aire libre con un ritmo pausado y auténtico.
Montenegro se descubre despacio. En este pequeño país balcánico las distancias son cortas, pero cada parada encierra capas de historia, naturaleza intacta y tradiciones que sorprenden especialmente cuando se viaja en familia.
Porto Montenegro con niños submarinos y barcos históricos
El viaje comienza en Tivat, donde la elegante marina de Porto Montenegro esconde dos tesoros que fascinan a grandes y pequeños. El primero es el submarino museo, al que se puede entrar para descubrir cómo vivía su tripulación: 28 marineros que dormían por turnos en apenas 16 literas. En la misma zona se encuentra el Jadran, un majestuoso velero de 1933 que aún pertenece a la Armada de Montenegro y sigue navegando como buque escuela.

El submarino museo de Porto Montenegro permite descubrir cómo era la vida a bordo bajo el Adriático.
Por toda la costa se conservan además los refugios de submarinos excavados en la roca, testigos de la época yugoslava, que se pueden observar desde el mar en excursiones en barco.
El paseo por el puerto, con sus cafés, tiendas y embarcaciones de todas las épocas, es una forma ideal de empezar a descubrir Montenegro con los niños, entre historia, mar y curiosidad.
Herceg Novi entre murallas y leyendas
A pocos kilómetros, Herceg Novi se asoma al Adriático desde una colina en terrazas. Fundada en el siglo XIV, fue la única fortaleza controlada por los otomanos antes de pasar a manos venecianas y, más tarde, al Imperio austrohúngaro. Esa mezcla se percibe en su arquitectura, en sus murallas y en su trazado en terrazas que descienden hacia el mar.
Su símbolo es la Kanli Kula, o “torre sangrienta”, llamada así porque durante la dominación otomana fue utilizada como prisión. Bajo ella se encuentra una pequeña imagen de la Virgen, una talla que sobrevivió a un incendio en el olivo que la cobijaba y que los vecinos veneran por su carácter milagroso.
Perderse entre sus callejuelas, bajar al mar por sus escaleras interminables, no aptas para cochecitos de bebé, y detenerse a tomar un café frente al puerto es la mejor forma de sentir la historia viva de la bahía.
Los fiordos del sur la Bahía de Kotor y la isla de la Virgen
La Bahía de Kotor, Patrimonio de la Humanidad, es un laberinto de brazos de mar que se adentran entre montañas y dan lugar al único “fiordo” del sur de Europa, en el que incluso entran los grandes barcos de cruceros.
En su corazón se encuentra Perast, un pequeño pueblo de palacetes barrocos y campanarios, frente a las dos islas más fotografiadas del país: San Jorge, con su monasterio benedictino, y Nuestra Señora de la Roca, una isla creada piedra a piedra por los marineros.
Cuenta la tradición que, tras encontrar una imagen de la Virgen en una roca en medio del mar, cada tripulante que regresaba sano de una travesía arrojaba allí una piedra en señal de agradecimiento. Con el tiempo, formaron una isla artificial y construyeron sobre ella una iglesia cuyas paredes están forradas con placas de plata grabadas que narran las historias de los marineros que sobrevivieron a las tempestades.
En su interior, los cuadros votivos con barcos azotados por el mar cuentan mejor que cualquier guía la estrecha relación entre los montenegrinos y el Adriático.
Teleférico y montaña rusa alpina sobre el Adriático
Desde Kotor parte una de las experiencias más espectaculares del viaje: el teleférico del monte Lovćen, inaugurado en 2023. En apenas once minutos se pasa del nivel del mar a la montaña, con un cambio de temperatura muy brusco: no es raro ver turistas que suben en chanclas y pantalón corto y se encuentran arriba con frío de verdad, incluso en verano. Así que, conviene ir preparado con forro polar, guantes y gorro. Con casi 4 kilómetros de recorrido, une el puerto de Dub con la estación de Kuk salvando un desnivel de 1.300 metros y ofreciendo vistas ininterrumpidas de la bahía, el mar y las cumbres.
Arriba, además de miradores y terrazas panorámicas, espera una auténtica sorpresa: una montaña rusa alpina (alpine coaster) que serpentea entre los pinos y permite descender suavemente por la ladera con una sensación de libertad absoluta. Es una experiencia segura y muy divertida para los niños, y un mirador privilegiado del Adriático para los padres, especialmente al atardecer, cuando la luz cae sobre la bahía.
Cetinje, antigua capital del breve reino de Montenegro
A una hora de Kotor, en el interior del país, se encuentra Cetinje, la antigua capital del reino y todavía hoy el corazón espiritual de Montenegro. Aquí reinó Nicolás I Petrović, el único rey que ha tenido el país, ya que Montenegro fue reino independiente solo entre 1910 y 1918, antes de integrarse en Yugoslavia.
Un trenecito turístico recorre sus calles y permite conocer su historia sin cansarse. el Palacio Real muestra la vida de la familia real, Nicolás y su esposa, la reina Milena. A Nicolás lo llamaban “el suegro de Europa”, pues casó a cinco de sus hijas con príncipes de distintas casas reales europeas; una de ellas, Elena, fue reina de Italia.
Los retratos, trajes y objetos conservados en el palacio ayudan a comprender la importancia de esta pequeña monarquía balcánica, orgullosa y cosmopolita a la vez.
Ruta por el bosque virgen del Parque Nacional Biogradska Gora
La ruta se adentra en el norte montañoso, donde el Parque Nacional Biogradska Gora protege uno de los últimos bosques vírgenes de Europa. Alrededor del lago Biogradsko, rodeado de hayas centenarias, discurre una senda circular de unos 3 kilómetros perfecta para recorrerla en familia.
El camino alterna pasarelas de madera entre raíces, templetes con mesas de picnic, juegos de pistas, columpios y zonas para remar en kayak o descansar junto al agua. Al final del recorrido, un restaurante sirve platos caseros de montaña en una terraza frente al lago.
En esta zona se vive una de las experiencias más auténticas del viaje: la visita a una granja, donde son las propias granjeras quienes cocinan platos tradicionales con productos locales. También es posible comer en los cavapdak, las antiguas chozas de pastores que aún se utilizan en verano cuando suben con el ganado a la montaña.
Entre las actividades más especiales está el paseo a caballo: los animales pastan libres por la montaña y el responsable de la actividad sale a recogerlos en un jeep para llevarlos al establo y prepararlos antes de iniciar la ruta.
A 1.600 metros de altitud, Kolašin combina modernidad y autenticidad. Su nueva estación de esquí inaugurada en 2019 atrae turismo todo el año y ha impulsado la construcción de alojamientos de madera con encanto. El pueblo, a 9 kilómetros, conserva un aire tranquilo, con supermercados, restaurantes familiares, un ayuntamiento de arquitectura brutalista y un hotel de la época yugoslava recientemente remodelado.
Budva despedida junto al Adriático
La última parada del viaje es Budva, una de las ciudades más antiguas del Adriático y también una de las más animadas. Fundada hace más de 2.500 años, su casco antiguo amurallado (Stari Grad) se adentra en el mar como una pequeña península protegida por murallas venecianas. Cruzar su puerta de acceso es entrar en un laberinto de calles empedradas, iglesias medievales y plazas recogidas donde siempre hay ambiente.
Pasear por Budva en familia resulta sencillo y agradable: todo queda cerca y las distancias son cortas. Entre sus rincones más visitados están la Ciudadela, desde donde se obtienen vistas panorámicas del Adriático, y las pequeñas playas que flanquean las murallas, perfectas para un último chapuzón.
Uno de los símbolos de la ciudad es la Bailarina de Budva, una escultura de bronce situada sobre las rocas frente al mar. Según la leyenda, representa a una joven que esperaba cada día a su amado marinero, desaparecido en una tormenta. Su figura, firme frente al horizonte, se ha convertido en emblema de la ciudad y en una de las imágenes más fotografiadas por los visitantes.
Budva combina como pocas historia y presente: por el día invita a descubrir su pasado y a disfrutar del mar, y al atardecer se transforma en un lugar animado, con terrazas, heladerías y restaurantes donde despedirse de Montenegro con el sonido de las olas de fondo.
Guía práctica
Cómo llegar:
La compañía Vueling vuela en temporada desde Barcelona a Tivat. Próximamente, Iberia inaugurará vuelos directos desde Madrid. Desde el aeropuerto, la bahía de Kotor está a solo media hora por carretera.
Dónde dormir:

El Hotel Carine Park, en Herceg Novi, permite alojarse a pie de playa y recorrer la bahía de Kotor con calma en familia.
• Hotel Carine Park (Herceg Novi) – A pie de playa, con piscina, spa y habitaciones familiares. Ideal para combinar descanso y visitas culturales.

El Swissôtel Resort de Kolašin combina diseño de montaña cuidado y naturaleza, a pocos minutos de la estación de esquí.
• Swissôtel Resort (Kolašin) – De arquitectura moderna en madera y piedra, junto a la estación de esquí. Habitaciones familiares con cocina perfectas para familias amantes de la montaña y la naturaleza.
Dónde comer:
Antes de sentarse a la mesa conviene saber que la cocina montenegrina es contundente y sabrosa, con influencias balcánicas y mediterráneas: El siempre presente Kačamak que es una especie de puré elaborado con harina de maíz queso fresco y patata, quesos de montaña, jamón ahumado, los burek elaborados con masa filo rellena de carne, queso o espinacas, guisos tradicionales y pescado fresco en la costa.
• Restaurante del Lago Biogradsko (Biogradska Gora) – Platos de montaña en plena naturaleza. Imprescindible el cordero con leche
• Casa Rural Klisura (zona de Kolašin) – Comida tradicional elaborada por Daniela y Natasha Dulovic, con productos de granja y ambiente auténtico. Lugar perfecto para probar el tradicional Kačamak y ayudara las granjeras a elaborar el queso.
• Restaurante Obala (Budva) – Pescados frescos y marisco frente al Adriático.
• Trattoria Rosmarino (Perast) – Cocina montenegrina casera con vistas al mar.



















