A los pies de los Pirineos, al otro lado de la frontera, nos espera una localidad que encandila por su colorido y su luz frente al Mediterráneo. Colliure es la escapada perfecta para un verano tranquilo en la playa en familia rodeados de arte y cultura.

El color que caracteriza Colliure no solo está en sus cielos y su mar, sino también en sus coloridas casas y galerías de arte que se reparten en las empedradas calles. Hasta los canalones de las fachadas atraerán a vuestros hijos. Terminan a pie de calle en cerámica de colores con divertidas caras talladas.

Más allá de la anécdota de los canalones, Colliure fue punto de reunión de artistas que encontraron aquí su inspiración.

La ruta del Fauvismo

En un paseo por Colliure os sorprenderán algunos cuadros colgados de las fachadas con reproducciones de grandes obras del fauvismo. Si miráis a vuestro alrededor os daréis cuenta de que lo que está pintado es lo que se ve desde ese lugar. Es una iniciativa del ayuntamiento, han colocado reproducciones de pinturas del fauvismo en el lugar donde se inspiraron ya que la luz, los colores y el mar de Colliure atrajeron a muchos artistas a principios de siglo XX como Matisse o Derain. Es una manera amena de descubrir con los niños estos movimientos artísticos buscando alrededor lo que quisieron plasmar.

Podéis contratar en la Oficina de turismo la visita “el cuadro misterioso”, un paseo con un juego de pistas pensado para las familias con niños a partir de 6 años que os permitirá recorrer las calles de Colliure con la abuela Louche en su búsqueda de un cuadro misterioso de Matisse. El enigma comienza con una caja que contiene un mapa, enigma y material falsificador para encontrar al final el gran tesoro. Conviene que reserves con antelación vuestra aventura.

Como colofón podéis completar vuestro descubrimiento del fauvismo en el museo de Arte Moderno que alberga acuarelas, gouache, pintura acrílica, pintura al oleo de los grandes artistas de la época.

Patrimonio defensivo

Frente a la playa tenéis una imagen única del mar y el Castillo Real de fondo con unos columpios, que os darán un respiro si vais con niños pequeños. Un rato de descanso con unas vistas increíbles mientras ellos juegan y se cansan subiendo y bajando.

Este castillo de Colliure fue la residencia de verano de los Reyes de Mallorca, construido sobre el antiguo castro romano en el siglo XIII. En la actualidad acoge exposiciones y espectáculos. También se organizan visitas guiadas.

En vuestro paseo por los laterales del castillo veréis sobre las montañas dos edificaciones destacadas.

Uno es el Fuerte de San Telmo construido por Carlos V en el siglo XVI alrededor de la torre de guardia existente. Hoy es un museo del Renacimiento con una gran colección de armas y lugar de espectáculos.

El otro elemento que sobresale por el horizonte entre las montañas es un molino, considerado el más viejo del Rosellón, fue restaurante en 2001 y transformado en molino de aceite.

Volviendo otra vez vuestra mirada sobre el mar, después de rodear las murallas del castillo, se abre ante vuestra vista el puerto, la playa y al fondo la iglesia de Nuestra Señora de Los Ángeles, la única iglesia que verás con los cimientos dentro del mar, un verdadero hito arquitectónico. La construcción parte de un faro de la Edad Media y el último elemento se colocó en 1810.

Tumba de Antonio Machado

Este pequeño pueblo del Mediterráneo francés fue el lugar de exilio de Antonio Machado. Se refugió en la casa Quintana y fue enterrado en el viejo cementerio de Colliure en febrero de 1939. Su tumba está en un lugar destacado a la entrada del cementerio y se ha convertido en un lugar de peregrinaje siempre lleno de flores, banderas y dibujos. En su tumba se pueden leer las palabras del propio Machado: “Y cuando llegue el día del último viaje y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar”.

Donde comer y dormir en Colliure

Restaurante Le Jardin de Collioure

Está situado en el único edificio que había fuera de las murallas construido en 1290 por los Dominicos. Los monjes llegaron con las cruzadas y con el tratado de los Pirineos se van y el edificio pasa a ser parte de la propiedad militar. Después de la revolución se vende a un indiano. En el siglo XX acaba como una cava de vino. El claustro se vende por piezas a la Francia Atlántica y después se recupera la mitad, la otra mitad está en Estados Unidos. Hoy en día es un agradable restaurante con una magnífica terraza.

Tienen una sala infantil a la que se entra desde la terraza para entretener a los niños durante la comida o la sobremesa, con juegos, tronas, una tele y todo super colorido. Sus especialidades son los productos del mar, tanto en mariscada como en parrillada de pescado y, por supuesto los caracoles o las anchoas. Ofrece un completo menú de mediodía de lunes a sábado que llaman “Formula de Convento” por 29€ en el que tendrás a elegir entre cuatro primeros y tres segundos. El restaurante ofrece dos menús más especiales, el menú de los dominicanos por 38€ y el menú del jardín por 48€. Dispone también de menú infantil por 12,50€, con lo tiene opciones para todos los bolsillos. Por supuesto no pueden faltar las anchoas típicas de la zona.

Será uno de los elementos que os va a sorprender durante vuestro paseo por Colliure es la veneración a las anchoas, verdadera protagonista de la ciudad convertida en plato estrella. Aprovecha en Le Jardín de Collioure para degustarlas en cualquiera de sus elaboraciones. Puedes programar incluso una visita a los talleres de salazón de la anchoa donde os mostrarán su procesado y embalaje.

Hotel Les Roches Brunes

En un lugar tan bucólico y slow como es Colliure, el espíritu te pide alojarte en un pequeño hotel boutique que es un auténtico balcón al Mediterráneo sobre los acantilados. Eso es Les Roches Brunes, escondido entre las rocas el visitante no espera lo que encontrará al atravesar su puerta. Un gran balcón frente al mar al que bajar directamente desde el hotel por terrazas de piedra negra y jardines de suculentas, pinos u olivos entre hamacas con unas vistas privilegiadas de la bahía, el castillo y la iglesia sobre el mar.

El hotel, de cuatro estrellas, tiene 18 habitaciones todas con vistas al mar y una decoración tranquila y relajada basada en elementos naturales y cuidando hasta los más pequeños detalles. En la habitación os encontraréis una toalla, un albornoz y un capazo para bajar a daros un chapuzón en el mar directamente desde las zonas exteriores del hotel, incluso os facilitarán escarpines si os aventuráis a entrar entre las rocas al mar desde las hamacas. Un auténtico privilegio con acceso directo al mar que esconde una bonita historia detrás. Sus actuales propietarios se comprometieron en este lugar y después lo compraron para convertirlo en lo que es su proyecto personal de atención y mimo a los clientes, buscando un lujo tranquilo sin estridencias. Para las familias tiene la posibilidad de comunicar habitaciones directamente gracias a puertas en los pasillos que pueden aislar dos habitaciones del resto del hotel.