Recorrer las Rías Baixas en familia a vuestro ritmo descubriendo este paraíso gallego entre hórreos y bateas de mejillones. Aquí tenéis una propuesta de excursión para hacer en un día con los niños.

 

Navegando entre bateas de mejillones

 

Si algo caracteriza la imagen de las Rías Baixas cuando se mira hacia el mar, son las bateas de los mejillones. Desde O Grove, en la Ría de Arousa, salen barcos que recorren la Ría de Arousa entre las mejilloneras. Una experiencia increíble navegar entre cientos de plataformas de madera viendo a los barcos pesqueros faenar con sus grandes gruas para recoger las cuerdas cargadas de mejillones. Los niños podrán aprender cómo crece el mejillón, la ostra y la vieira en estas plataformas. Los barcos hacen una parada junto a una de ellas y desde la propia batea, un guía experto explica con detalle cómo se crían y saca algunas de las cuerdas, cargadas de moluscos, que pueden llegar a tener hasta 10 metros de longitud. Es un proceso que dura algo más año desde que se llevan las “semillas” a la batea hasta que se recoge el mejillón. La Ría de Arousa es el lugar del mundo donde mayor producción hay de mejillón gracias a sus condiciones ambientales que favorecen la existencia de grandes cantidades de fitoplancton del que se alimentan los bivalvos.

Los barcos que realizan esta excursión suelen ser catamaranes con visión submarina por lo que los niños tendrán la oportunidad de ver los mejillones creciendo bajo el mar en las cuerdas. La excursión finaliza con una gran degustación de mejillones al vapor en el barco junto a las bateas. Los más atrevidos podrán dar de comer a las gaviotas ofreciéndoles los mejillones pinzados en su propia concha.

Si al llegar o al salir tienes la suerte de que esté la marea baja os dará la oportunidad de ver a los mariscadores recogiendo almejas y berberechos en la playa. Incluso se puede contratar un pequeño curso de marisqueo para acompañarlos y ser mariscadores por unas horas.

No dudes en cruzar el puente que llega a la Isla de La Toja y pasear entre sus pinares o comprar jabones. Los niños quedarán fascinados al ver la Capilla de San Caralampio, conocida como la capilla de las conchas porque todo su exterior está forrado de conchas de vieira.

 

Acuario de Punta Moreiras

 

Una vez vivida la experiencia en el mar es buen momento de visitar el acuario Punta Moreiras a poco más de 4 kilómetros de O Grove en nuestro camino hacia la Ría de Pontevedra. El Acuario, el único de la provincia, tiene una zona con las especies autóctonas de la Costa Gallega pero también algunos tanques de ecosistemas tropicales. Además, ofrece un espacio dedicado al medioambiente fluvial y a las aves. Un auténtico centro de interpretación de hábitats acuáticos con maquetas de barcos y reproducciones de casas marineras que son testigo de la importancia del mar en estas tierras.

 

Un ratito de playa

 

A los niños les encanta estar un rato en la playa y eso nos dará la ocasión también de descansar un rato tras una mañana intensa. En la ruta hacia Pontevedra podemos disfrutar de la playa abierta de La Lanzada si nuestros hijos son algo mayores y disfrutan jugando con las olas. Si todavía son pequeños, son aconsejables playas más cerradas con menos oleaje como puede ser la playa de Silgar de Sanxenxo.

 

Combarro, el pueblo de los Horreos

 

Nuestra última parada del día será en Combarro, un pueblo de cuento con treinta hórreos alineados a pie de mar. Desde el aparcamiento, junto al Club Náutico, vamos paseando hacia la plaza de San Roque. Allí veremos el primer Crucerio, otros de los símbolos de Combarro. Todos tienen en un costado a Cristo Crucificado, que siempre mira hacia la tierra, y en el otro a la virgen, que siempre mira hacia el mar. Desde aquí vamos bajando hacia el mar por callejuelas de casas de pescadores, pegadas con adornados balcones y encaramadas en sus cimientos en la propia roca. Los balcones eran el símbolo de la posición social de sus propietarios. Las balconadas de piedra se colocaban en las casas de las familias más adineradas, mientras de los marineros las construían en madera o hierro forjado, pintado de colores vivos con la pintura que les sobraba de sus barcas.

Recorriendo la Rua do Mar se van descubriendo hórreos alineados sobre la costa y las rampas que se utilizaban para subir y bajar las barcas para echar los aparejos y las redes. Al final del recorrido en la Playa de Padrón, encontraremos ante nuestros ojos una vista única en el mundo, una treintena de hórreos a pie de mar construidos en piedra y madera. Están elevados sobre pilastras para evitar la humedad y sortear la marea. De hecho, si coincide con la marea baja podremos volver por la playa y contemplarlos desde la costa. Estos hórreos se utilizaban como secaderos de pescado y almacén de productos del campo.

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