Tradición, naturaleza, patrimonio y gastronomía se funden en las comarcas del Arlanza y Ribera del Duero. Tierras donde viticultores y bodegueros se afanan desde hace siglos con dedicación y exigencia para producir un vino excepcional. Un lugar donde gozar de la cultura del vino, pero no sólo del vino. En la provincia de Burgos, el enoturismo es otra historia
Con la llegada de los días de otoño llegan también los paseos con chaqueta, la cocina caliente, los recuerdos de la reciente vendimia, con viñedos y bodegas recuperando la calma, los paisajes tornados en color ocre… y un montón de apetecibles planes de temporada. Y si hay un lugar donde se dan cita todos ellos es la provincia de Burgos, surcada por dos rutas del vino que atesoran no pocas aventuras: la Ruta del Vino de Arlanza y la Ruta del Vino de Ribera del Duero.
La provincia de Burgos concentra las tres cuartas partes de viñedos de estas dos Denominaciones de Origen y las rutas que los atraviesan están cargadas no sólo de buena uva, origen de grandes vinos con señas de identidad muy singulares, sino también de una buena tonelada de divertimento y sorpresas para todos los públicos. Desde winelovers nivel experto a, por supuesto y siempre bienvenidos, familias en su más amplia extensión, también.
Un lugar donde los más entendidos en vinos encontrarán su propio edén, pero también los iniciados, los amigos, las parejas y las familias con sus hijos, quienes probablemente se convertirán en los visitantes de tiempos futuros. Picnics y paseos entre viñedos, vinoterapia, bodegas subterráneas, talleres de vendimia y elaboración de vinos se entretejen con paseos en bicicleta, pueblos de postal, leyendas increíbles o museos únicos en el mapa. En la provincia de Burgos el enoturismo es otra historia, otra forma de vivirlo.
Ruta del Vino Arlanza
La tradición vitivinícola en la comarca de la Ribera del Arlanza, al oeste de la provincia de Burgos, se remonta al siglo X. El fuerte éxodo rural que vivió la zona a partir de 1950 hizo peligrar este legado pero, afortunadamente, en 1995 un grupo de entusiastas quiso recuperar la tradición del vino del Arlanza.
En 2007 nació la Denominación de Origen Arlanza, que se extiende a lo largo de las provincias de Burgos y Palencia. La variedad de uva que predomina es la Tinta del País (o Tempranillo), aunque también se utilizan otras variedades, como las uvas Garnacha, Cabernet Sauvignon o Merlot. Uno de los rasgos más característicos de esta D.O. es que la recogida de la uva es la más tardía de todas las denominaciones españolas. Otro, que sus viñedos soportan grandes contrastes térmicos, lo que se refleja en las uvas, de hollejo grueso, resistentes y cargadas de un intenso aroma y color.
Por eso, estos vinos son potentes, perfectos para catar solos o acompañando a los sabores más típicos de esta tierra: setas, lechazo, morcilla… Una despensa autóctona y tradicional en la que merece la pena sumergirse. Y si la gastronomía y el vino es un rasgo fundamental de la zona, su fuerte personalidad, capaz de conquistar a quien la pisa, va más allá.
La Ruta del Vino Arlanza respira naturaleza en estado puro, con espacios tan singulares como el Parque Natural Sabinares del Arlanza–La Yecla, con parajes tan representativos como la rareza del desfiladero que le da nombre (una estrecha y profunda garganta de dos kilómetros, espectacular de principio a fin, fácilmente caminable a través de sus pasarelas y apta para todos los públicos) o los paisajes de sabinas que brotaron de estas tierras hace más de dos mil años.
El río Arlanza ha sido mudo espectador de la excelencia de Castilla y enmarca grandes joyas patrimoniales, como las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza, uno de los centros monásticos más importantes del reino de Castilla (no en vano, recibió el apelativo de “cuna de Castilla”), fundado en el año 912.
O Covarrubias, pueblo de postal donde los haya, con sus inconfundibles casas rachelas de la Edad Media. O el sentir de Doña Urraca palpitando en sus calles y en la torre del mismo nombre, donde, cuenta la leyenda, fue encerrada por su padre, el conde castellano Fernán González, por sus amoríos con un pastor. O la capilla de San Olav, en honor a la princesa Cristina de Noruega, esposa del infante Felipe de Valladolid, hermano de Alfonso X El Sabio, cuya historia no dejará indiferente a quien la escuche. Y todo su casco histórico, una joya paseable e irrepetible en cada rincón, cada soportal, cada fachada, cada callejuela empedrada.
Santo Domingo de Silos es otro imprescindible. Su monasterio es un icono del arte en nuestro país y fuera de él. También Territorio Artlanza, la escultura más grande del mundo, con forma de pueblo típicamente castellano y más de 25.000 metros cuadrados obra del ceramista y escultor Félix Yáñez. O Lerma, la villa ducal que enamoró a Zorrilla y uno de los pueblos más bonitos de España con razón de ser.
Ruta del Vino Ribera del Duero
Más al sur encontramos la Ruta del Vino Ribera del Duero, una de las Denominaciones de Origen más reconocidas internacionalmente por derecho propio. Su memoria viene de lejos: la primera referencia vinícola de la zona se remonta hace unos 2.500 años. Un simple dato que habla de siglos y siglos de historia y de generación tras generación tras generación fuertemente apegada a estas tierras y al privilegiado tesoro que brota de ellas desde época vaccea.
La Denominación de Origen Ribera del Duero surgió en 1982 con el objetivo de impulsar los viñedos y la calidad de los vinos de la zona. En la actualidad ya son más de 300 las bodegas que forman parte de ella, ostentando orgullosas su sello. La principal variedad de la uva de esta zona es de nuevo el Tempranillo o Tinta del País, pero también se cultivan Merlot, Cabernet Sauvignon, Malbec y Garnacha Tinta y Albillo Mayor como uva blanca.
La Ruta del Vino Ribera del Duero transcurre por las provincias de Burgos, Soria, Valladolid y Segovia y es una de las más visitadas de España, pero no por eso ha perdido autenticidad, tradición, genuinidad. A su paso por la provincia de Burgos recala en Caleruega, otro de los pueblos más bonitos de España. Villa medieval datada en el siglo I, su gloria se la debe especialmente a Santo Domingo de Guzmán, fundador de los Dominicos, hecho que cambió los designios de la villa y le confirió su riqueza patrimonial, entre la que destaca el Conjunto Monumental de Santo Domingo. Como curiosidad empapada en vino, un maravilloso secreto: la bodega subterránea de Alfonso VIII, la más antigua de la Ribera del Duero, donde se guardaba, en grandes tinajas de barro, el vino preferido del rey.
La Ruta también recala en Peñaranda de Duero, uno de esos “pueblos del vino” tan bonito como sorprendente, lleno de tesoros subterráneos. Sobre su caserío típico, digno de postal, una imponente fortaleza del siglo XV merecedor de una o muchas visitas. O Moradillo de Roa, “la aldea hobbit” con tantos habitantes como bodegas. Un pueblo que parecía destinado al ocaso y que desde 2015 ha reflorecido convirtiéndose en un referente de enoturismo a nivel internacional bajo el nombre de “El Cotarro”. Un complejo etnográfico de 157 bodegas subterráneas y 7 lagares cueva excavados bajo el manto de un cerro. Un delicioso lugar de fantasía.
Mientras tanto, a pocos kilómetros, en Clunia Sulpicia es posible remontarse a la Hispania Romana. En lo alto del cerro conocido entonces como el Alto de Castro, con posición estratégica dominante, floreció una pujante urbe que llegaría a ser capital de una importante región de la Hispania Citerior y epicentro de muchas tomas de decisiones sobre batallas y avances del Imperio Romano. 2.000 años después es posible recorrer un yacimiento arqueológico muy revelador, cuya visita permite recrear con bastante precisión lo que fue una ciudad romana. Y con un teatro romano perfectamente conservado que acoge todos los veranos uno de los festivales de teatro más prestigiosos de la escena española, donde se cuelga rápidamente el “no hay entradas”.
Recorrer la Ruta del Vino Ribera del Duero también es adentrarse en enclaves naturales sorprendentes, como Las Loberas de Caleruega, curiosos espacios circulares que los pastores usaban para protegerse y dormir, o las Lagunas de Valcabadillo, 23.000 metros cuadrados de paraíso para los amantes de la observación de aves.
Y para los buscadores de curiosidades, una singularidad única en Europa: el Museo de los Aromas, el primer y único espacio de este tipo que existe en el Viejo Continente. Un lugar donde descubrir, por supuesto, los aromas del vino, pero también los aromas de los cítricos, los del café, los perfumes… Una colección de más de 90 olores a la que se suma una parte didáctica relacionada con el sentido del olfato.
Sin duda, una experiencia diferente y muy original para completar una escapada enoturística a la provincia de Burgos.
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