Hay experiencias que simplemente no caben en una copa de vino. La Ruta del Vino Ribera del Duero lo sabe bien y por eso invita a descubrir un destino enoturístico que va mucho más allá de sus reconocidos vinos. Un lugar donde la cultura del vino se combina con planes al aire libre, historia y gastronomía, ofreciendo propuestas para que toda la familia disfrute de una escapada inolvidable.
Con su nueva campaña «Imposible de embotellar», integrada en el Plan de Sostenibilidad Turística en Destino, dentro del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, financiado por la Unión Europea a través de NextGenerationEU, esta región vitivinícola nos abre la puerta a una experiencia en la que historia, naturaleza y diversión se entrelazan para crear recuerdos imborrables.
Mucho más que vino
Recorrer la Ruta del Vino Ribera del Duero no es solo una cuestión de sabores, sino de emociones. A lo largo de los 115 kilómetros que dibuja el río Duero en su paso por Burgos, Segovia, Soria y Valladolid, el visitante se sumerge en un universo donde el tiempo parece detenerse entre viñedos centenarios y pueblos de piedra que guardan siglos de historia. Cada bodega cuenta una historia diferente: algunas son modernas e innovadoras, mientras que otras, escondidas bajo tierra, invitan a descubrir los secretos de la tradición vitivinícola medieval, con visitas adaptadas también para los más pequeños, que pueden participar en actividades interactivas sobre el mundo del vino.
Pero el enoturismo en esta región no se detiene en la copa. Aquí, la cultura y el vino van de la mano. Castillos imponentes, iglesias románicas y rutas arqueológicas convierten cada visita en una aventura para los sentidos. Las familias pueden explorar fortalezas como el castillo de Peñafiel, que alberga el Museo Provincial del Vino, o descubrir el pasado de la región en el yacimiento arqueológico de Clunia. Y para quienes buscan experiencias únicas, hay opciones tan sorprendentes como sobrevolar los viñedos en globo aerostático o disfrutar de una cena maridaje en una cueva subterránea.
Sabores que conquistan
Si hay algo que distingue a la Ruta del Vino Ribera del Duero es su capacidad para conquistar el paladar. Además del vino, la gastronomía es otro de sus grandes tesoros. El lechazo asado al horno de leña es, sin duda, el plato estrella, pero no es el único. Quesos artesanos, embutidos curados con esmero y postres tradicionales hacen de cada comida una fiesta de sabores. En localidades como Aranda de Duero, reconocida por su tradición gastronómica, las familias pueden disfrutar de visitas a bodegas subterráneas o participar en talleres en el Museo de los juegos tradicionales.
Los festivales gastronómicos y culturales que se celebran a lo largo del año convierten a la Ribera del Duero en un destino perfecto para toda la familia. La Gran Fiesta de la Vendimia ofrece actividades para niños, desde la pisada de uva hasta espectáculos de animación, las Jornadas del Lechazo Asado permiten degustar lo mejor de la cocina castellana, y eventos como el Sonorama Ribera combinan música y gastronomía en un ambiente único, también con una versión infantil.
Un destino para todos
Además de su rica oferta turística, la Ruta del Vino Ribera del Duero se esfuerza por ser un destino accesible y sostenible. Con conexiones de AVE en Valladolid y Burgos, y a solo 90 minutos de Madrid, es una escapada fácil y cómoda. Su reciente adhesión a la Certificación Biosphere y la inclusión de más de 80 recursos auditados como Destinos Inclusivos refuerzan su apuesta por un turismo responsable y de calidad. Muchos de sus alojamientos y restaurantes cuentan con áreas de juegos, menús infantiles y propuestas adaptadas para que toda la familia disfrute de la estancia.
Así que si buscas una escapada diferente, donde cada rincón te cuente una historia y cada copa de vino encierre siglos de tradición, la Ruta del Vino Ribera del Duero te espera. Porque hay cosas que, definitivamente, son imposibles de embotellar.